Bibliotecas con sentido comunitario, Bibliotecas Lecxit

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Laia Vicens - periodista

El programa de fomento de la lectura encuentra en las bibliotecas municipales un gran aliado para mejorar la comprensión lectora y reducir las desigualdades educativas.

En decenas de bibliotecas de Cataluña es muy normal ver esta imagen: un niño o una niña llega con su mochila, se encuentra con un adulto, eligen juntos un libro y buscan un espacio donde leer conjuntamente. No son familiares, ni se trata de clases de repaso. Están participando en Lecxit, el programa de la Fundació Bofill que busca potenciar el éxito educativo a través de la lectura. En total, hay 300 espacios en todo el territorio que forman parte de la red del programa, y una gran mayoría son bibliotecas municipales. Un ejemplo es el caso de la biblioteca Carles Morató de Solsona, que según su directora, Ester Barniol, está “al servicio y a disposición” del programa. “Es importante que Lecxit se haga en las bibliotecas porque somos un punto neutral, un punto de encuentro”, explica, convencida de las virtudes del programa.

La biblioteca Carles Morató se sumó en el 2019. Cuando tuvieron conocimiento de Lecxit decidieron participar enseguida. No es que hubieran detectado grandes retrocesos en el ritmo lector en el municipio; simplemente vieron todo de ventajas en el hecho de formar parte del programa: “Era una buena oportunidad para mejorar la comprensión lectora, que es básica, porque nos sirve para entender desde una receta a un cartel informativo”. Además, era una buena ocasión para abrirse todavía más a la ciudad. “Seguro que hay niños y niñas que, si no estuvieran en Lecxit, no vendrían nunca a la biblioteca, y así también pueden descubrir el abanico de opciones de libros que tienen. Si no les gusta la lectura de la escuela, aquí pueden encontrar otras propuestas”, afirma la directora.

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Dedicar tiempo a los niños/as

Es importante que Lecxit se haga en las bibliotecas porque somos un punto neutral, un punto de encuentro.

Desde la biblioteca buscan voluntarios, les hacen la formación, se ponen en contacto con las escuelas para saber cuántos niños y niñas pueden asumir, y, finalmente, crean las parejas lectoras, que se encuentran una vez a la semana en el espacio municipal. En estos tres cursos han acompañado a 44 parejas. Una de las voluntarias más veteranas es Remei Aranda. Participa en el programa desde el primer día. “Conocí Lecxit porque voy mucho a la biblioteca. Leo mucho, es mi vicio”, relata. Periodista y publicista de formación, dice que ahora que está jubilada tenía las horas para colaborar. “Los niños y niñas son el futuro y estoy convencidísima que su formación no es solo en la escuela o en casa. La sociedad tiene que participar activamente, y yo podía dedicarle una cosa que jamás volverá: mi tiempo”, argumenta Remei.

Habla con convencimiento del papel clave que tiene la biblioteca, la ciudad y la sociedad en general en la educación de todos los niños y niñas: “Tenemos que colaborar todos en su formación”, insiste, y remarca que es “muy gratificante” observar que las horas de lectura con los niños y niñas funcionan “y merecen la pena”. Ella solo ve cosas positivas del programa: “Lecxit es un aprendizaje: he aprendido que los niños y niñas necesitan mucha atención y que, si estás por ellos, no están pegados a las máquinas”.

Remei ha comprobado que mejorar la comprensión lectora les hace subir la autoestima y les engancha el hábito de leer. De hecho, de las cosas que hacen más feliz a las responsables de la biblioteca es encontrar a niños y niñas de Lecxit que vuelven a buscar libros con sus padres. “Las familias están muy contentas, los voluntarios y voluntarias piensan que es una actividad muy enriquecedora, pero quien realmente ve más resultados son las escuelas, y nos dicen que notan mucha mejora en los niños y niñas”, asegura Ester.

El papel de la familia

Las bibliotecas no son solo el espacio físico donde niño o niña y voluntariado se encuentran en el marco de las sesiones Lecxit, sino que también se convierten en una pista de aterrizaje perfecta hacia el gusto por los libros y la mejora de la comprensión lectora para muchos niños y niñas. Y también para sus familias.

Ahora uno de los retos de la biblioteca de Solsona es activar a las familias para que se den cuenta de que son un motor primordial en el aprendizaje lector de sus hijos e hijas. A través de la iniciativa “Les famílies, aliades de la lectura”, que también promueve la Fundació Bofill, están preparando talleres y charlas para que vean “todo lo que pueden hacer en casa” para promover el hábito lector. “Leer no es una cosa solo de casa o la biblioteca”, destaca Ester. De hecho, el grado de competencia lectora afecta de manera desigual a las familias, hasta el punto que entre los alumnos de 4º de primaria puede haber medio curso de diferencia entre los niños y niñas que tienen un apoyo lector en casa y los que no. Y estas desigualdades se explican por la renta (el alumnado económicamente vulnerable tiene 20 puntos menos de comprensión lectora que el de familias bienestantes), pero también -y sobre todo- por el acompañamiento y el clima lector en casa (la diferencia es de 22 puntos entre los que tienen apoyo familiar y los que no).

En este contexto, las bibliotecas no son solo el espacio físico donde niño o niña y voluntariado se encuentran en el marco de las sesiones Lecxit, sino que también se convierten en una pista de aterrizaje perfecta hacia el gusto por los libros y la mejora de la comprensión lectora para muchos niños y niñas. Y también para sus familias.

Como la directora de la Biblioteca pública de Solsona, Ana Peribáñez, Técnica Auxiliar de biblioteca de la biblioteca Mestre Martí Tauler de Rubí, resalta: “Para nosotros es una satisfacción enorme cuando las familias vuelven con sus hijos e hijas después de Lecxit a coger más libros”. Desde el curso 2014-15 que este espacio municipal participa en el programa y desde entonces ya han acompañado a más de 200 niños y niñas. “Hacer Lecxit en la biblioteca es una oportunidad muy grande de acercarnos a todo el mundo, de darnos a conocer como espacio y como recurso para toda la ciudadanía, y de ofrecer el conocimiento y la cultura en igualdad de condiciones”, explica. Consciente de las dificultades económicas, lingüísticas y educativas que atraviesan muchos hogares catalanes, Ana pone el acento en la necesidad de universalizar la lectura y mejorar la comprensión. “Me gustaría mucho que los libros llegasen a todos los niños y niñas, que todos pudieran disfrutar de la gran aventura que es leer, sin distinguir entre pobres y ricos. Y estoy convencida de que con Lecxit estamos más cerca de conseguirlo”, asegura.

En esta biblioteca de Rubí, los voluntarios son alumnos de ESO del municipio, que participan en el programa a lo largo de las horas de aprendizaje servicio que tienen que hacer en el instituto. “Los niños y niñas ven al voluntariado como un referente, como alguien que les dedica un ratito de su vida a estar con ellos, sin hacer nada más que estar por ellos, y esto muchos niños y niñas no lo tienen”. Para resolver esta carencia, Ana no para de aconsejar a las familias que dediquen “al menos cinco minutos cada día” a leer con sus hijos e hijas. “Es un placer ver los progresos que hacen los niños y niñas en la lectura. Es por eso que siempre digo a los voluntarios y voluntarias que Lecxit es una experiencia única que no encontrarán en ningún otro lugar”, remarca.

Reducir desigualdades

El entorno cercano al niño/a -y esto quiere decir, básicamente, la familia y la escuela- es determinante para que los niños y niñas desarrollen el hábito de la lectura. Pero cuando este entorno no lo consigue con garantías, es necesario promover otros espacios que superen las desigualdades.

En Constantí también han constatado la buena acogida del programa. Desde el año 2018, la biblioteca participa en Lecxit, junto con las dos escuelas del municipio. “La biblioteca es un espacio idóneo para desarrollar este proyecto de fomento de la lectura”, afirma Manel, bibliotecario. Dice que los niños y las niñas que participan “establecen unos lazos emocionales muy especiales entre ellos” y también con los voluntarios, la mayoría de los cuales son usuarios habituales de la biblioteca.

Precisamente, quien también conoció Lecxit a través de su biblioteca es Rita Espuny. Desde hace años es voluntaria en la biblioteca Marcel·lí Domingo de Tortosa. “Iba a leer a casas de personas que tienen dificultad de visión y también llevaba libros a domicilio”, recuerda Rita. Para seguir promoviendo el gusto por los libros y la lectura, ahora entre los más pequeños, no dudó en apuntarse a Lecxit y desde hace un tiempo acompaña a niños y niñas para que mejoren su comprensión lectora. “Me gusta mucho hacerlo. Son niños y niñas que en casa quizás no pueden estar pendientes de ellos y no les pueden ayudar a leer”, dice. En la biblioteca tienen claro que este es, precisamente, el público al cual se dirigen: “Participamos desde hace 8 años en Lecxit para acompañar a los niños y niñas que en casa no tienen referentes que les acompañen en la lectura. Y empezamos con los recién llegados, porque seguramente son los más vulnerables”, explica Irene Prades, responsable de la biblioteca.

A pesar de las virtudes que reconoce al programa, admite que en el caso de Tortosa han notado que al principio cuesta mantener la motivación de los niños y niñas a lo largo de las semanas, una situación que poco a poco va cambiando. De nuevo, y según su opinión, un factor decisivo es la familia: “Creo que nos falta su apoyo y que entiendan que es importante que vengan a la biblioteca”, recalca.

El entorno cercano al niño/a -y esto quiere decir, básicamente, la familia y la escuela- es determinante para que los niños y niñas desarrollen el hábito de la lectura. Pero cuando este entorno no lo consigue con garantías, es necesario promover otros espacios que superen las desigualdades. Y aquí entran en juego las bibliotecas, como se ha visto, pero también entidades, ONG y otros agentes que cada día ponen de manifiesto que educar es una responsabilidad social que se puede hacer en comunidad.

Lecxit Biblioteca Tortosa

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